El que sigue es el tercer artículo que escribí para Valencia Oberta, publicación en la que no volveré a colaborar, porque al último artículo que me han publicado le han recortado alrededor de cien palabras.
Aznar
veía tan segura la hegemonía del PP en el Reino de Valencia (cuando
todos empleen el nombre oficial yo también lo haré) que
no dudó en darle una puñalada, en la seguridad de que se la
perdonarían, para asegurarse el apoyo de Pujol, ese que había hecho
su célebre alegato: “A
partir de ahora seremos nosotros los que hablemos de moral y de
ética”
.
La
moral y la ética en este caso consistió en castigar los bolsillos
de los valencianos con
esta imposición. Aznar acató la imposición y le hizo el encargo a
Zaplana, que ideó la estratagema y le encargó al entonces muy
obediente subordinado
suyo, Camps, que la llevara a cabo. Y
este se sirvió de dos personajes del partido muy ambiciosos para
rematar la faena. Zaplana
debía de saber que eso era una puñalada, pero lo más probable es
que Camps no se haya dado cuenta todavía, puesto que incluyó a la
fenicia Academia Valenciana de la Lengua en nuevo Estatuto que nadie
pedía.
Fabra,
que tuvo arrestos para cerrar la Televisión Valenciana, no se atreve
a cerrar esta innecesaria y onerosa institución, a pesar de que ni
Aznar, ni Pujol, tal para cual, están en la política.
Las
lenguas son de quienes las hablan. Los lingüistas pueden determinar
de dónde procede una lengua; y también pueden equivocarse o mentir;
lo que no pueden decidir es hacia donde va, cuestión esta que
corresponde a sus dueños, los usuarios.
Las
mentes simples utilizan el símil del español que se habla en México
o en Costa Rica. Olvidan
que el español es la lengua franca de aquella parte del mundo, y
que a todos les interesa que el español de Uruguay sea el mismo que
el de Colombia, para
poder seguir comerciando unos con otros.
Los
valencianos no necesitan hablar la misma lengua que los catalanes.
También el español es la lengua franca de España, por tanto, la
lengua valenciana puede tomar la deriva que quiera, sin que de eso
resulte un perjuicio para los valencianos.
Los
catalanistas no
tienen ningún derecho a imponer sus normas ortográficas a los
valencianos. Si
quieren hablar la misma lengua, pueden adoptar las normas
ortográficas y el diccionario de la RACV. Y
olvidar la ridiculez esa del siglo de oro de las letras catalanas. El
Siglo de Oro es valenciano.
Vicente
Torres