miércoles, 31 de agosto de 2022

Noelia

 

La vio venir de cara y quedó prendado de ella. Se giró para verla por la espalda. Caminaba con un ritmo poético, como si fuera escuchando una melodía en su imaginación. La estuvo mirando hasta que la perdió de vista.

Intentó concentrarse en otros asuntos, pero le resultó imposible. Todo se la devolvía al primer plano. En otro tiempo había querido ser político. Admiraba a estos seres que sacrifican algunos años de sus vidas para mejorar las de los demás. Su favorito era González Pons, tan culto, tan refinado, tan desprendido. Había comprado un libro suyo, ‘Ellas’, y recordaba uno de sus párrafos:quien posee la fuerza de la resurrección en el centro mismo de su coño’. Quedaba fiera de su alcance. Jamás lograría esa fuerza descriptiva. Pero la idea le devolvía el recuerdo de la mujer con la que se había cruzado.

Decidió ponerle un nombre, Noelia, imaginar que le escribía una canción y que la cantaba Nino Bravo. Esta idea le pareció muy bonita y se ensimismó con ella. Decidió ir a la playa, para que las olas del mar le ayudaran a soñar. Se sentó en una terraza. Apareció ella, ¡ella!, con una bandeja. ¿Qué deseas tomar? Una cerveza, pero dime cómo te llamas. Me llamo Noelia.

El malabarista

 

Había sido profesor en un colegio privado. Estuvo casado con una japonesa de la que se había enamorado perdidamente y tuvo un hijo con ella. Por discrepancias en el modo de educar al retoño, ella pidió el divorcio, lo obtuvo y se fue con el crío al Japón. Eso fue un mazazo para él. Perdió el trabajo y, lo que es peor, las ganas de comenzar de nuevo.

En sus ratos libres había practicado el malabarismo, adquiriendo una gran virtuosidad. A eso se dedicó. Hacía sus números en los semáforos. Si no conseguía suficiente dinero, acudía a los centros de caridad. Si más de lo necesario, se tomaba fiesta hasta que se le acababa. Era más feliz que nunca, viviendo libre, salvo que le faltaban su mujer y su hijo. Se acercaba la navidad y estaba triste por ello-

Un lujoso coche, con matrícula de Francia, paró junto a él para darle la limosna. Pero el conductor vio algo, aparcó en un lugar cercano, bajó del coche y lo llamó. Al estar los dos frente a frente, se abrazaron. Eran hermanos gemelos, criados en un hospicio y adoptados por familias diferentes. Todo iba a cambiar. Viajarían a Japón.