jueves, 21 de octubre de 2010

Redes sociales: ¿una forma más simple de comunicación?


Recuerdo que durante mi infancia, solíamos ir a pasear al campo con hermanos, primos, tíos, hasta los abuelos alguna que otra vez. Era sencillo programar un domingo en el que iríamos a un río, nos meteríamos en el agua helada y haríamos café para calentarnos, con la ayuda de una fogata improvisada.

Con los años, las posibilidades de encontrarnos habitualmente disminuyeron. Ya no podemos contar con un fin de semana libre, porque las actividades laborales y académicas nos lo impiden; eso sin mencionar los oficios domésticos u otro tipo de compromisos.

Llegamos al extremo de olvidar el número telefónico de amigos y familiares, pues pocas veces teníamos la posibilidad de marcarlo para preguntar -al menos- cómo les iba.

En forma paralela a nuestras carreras cotidianas, el mundo de la informática, las nuevas tecnologías de la comunicación invadieron no solo nuestros lugares de trabajo, sino también nuestros hogares. Ya no eran suficientes las horas laborales para conectarnos con compañeros, socios o clientes, sino que desde la casa teníamos que enviar el último trabajo que no acabamos, a nuestro jefe o profesor. Pero, entre línea y línea de escritura, nos asomábamos a algunos sitios interesantes: primeros fueron los tradicionales chats, el famoso Messenger que ya tiene mucho tiempo en nuestro escritorio virtual; luego vinieron los foros, desde donde podíamos conectarnos con personas al otro lado del océano (en tanto no salúdabamos al vecino ni llamábamos por teléfono a nuestros familiares); después aparecieron otros medios de comunicación que no solo nos permitían chatear un rato, sino también compartir documentos, fotos, videos o, tan solo, lo que nos pasaba por la mente en ese momento.

Los preferidos en este momento son Twitter y Facebook; pero han tantas redes sociales como temas o espacios pudiera pensarse. Cualquier eje común es capaz de atraer a miles de personas. Las posibilidades de estas dos son su genericidad (no reúne -en principio- a un grupo particular de personas) y las posibilidades que tienen para crear subgrupos.

Ahora, como hace algunos años atrás, seguimos sin tomar el teléfono para hacer una llamada a nuestros amigos o familiares, pero sí lo hacemos para conectarnos a internet e ingresar al Facebook o al Twitter (en caso de que no tengamos a mano la computadora) y escribir un comentario o chatear con algún amigo que se encuentre en línea. Un estudio reciente de Universal McCann señala que las redes sociales se han convertido en el teléfono del siglo XXI. Bien por ellas, en la medida en que nos permiten acercanos a las personas que hemos dejado un poco de lado.

Pero, ¿estará esto minando nuestras destrezas de comunicación presencial?, ¿seremos incapaces, en un futuro cercano, de conversar con una persona, mirarla a los ojos y expresar con palabras, entonaciones y con el movimiento de nuestro cuerpo, lo que sentimos? Esa es ahora la pregunta. Me parece que las posibilidades virtuales se han ensanchado notablemente, pero no podemos crear un mundo virtual a nuestro alrededor y renunciar al contacto físico. Habrá que encontrar un justo balance.

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