martes, 4 de enero de 2011

Pasa la vida

Años atrás los veía casi a diario en un parque. Bien a uno, bien al otro, y algunas veces a los dos juntos. Eran los padres de un niño de gran desarrollo físico, pero de  no demasiadas luces. Tampoco ellos demostraban tener muchas. Pero el padre se tenía –debe de tenerse todavía- por muy listo. Necesitaba sentirse especial y tal efecto llevaba coleta y presumía de andar con grupos minoritarios.
Con uno de esos grupos con los que presumía tener contactos o sentir simpatías era el del grupo terrorista ETA. Yo no podía consentir que en mi presencia se hablara bien de una banda de asesinos y se lo dije. La mujer era la que mantenía el hogar. Trabajaba a temporadas y cuando tenía trabajo muchas veces estaba de baja, porque padecía –debe de seguir padeciendo- fibromialgia. De modo que a veces cobraba del trabajo y otras del paro, o de la Seguridad Social, cuando estaba de baja. Su sueldo era mísero. Su modo de defenderse en la vida consistía en contestar a todas las provocaciones, con lo que conseguía que la gente procurara no tener líos con ella y poco más. El marido trabajaba en una carpintería, a la que iba todos los días. No le entregaba nada de dinero a ella, puesto que le decía que no le pagaban, porque el dueño de la carpintería alegaba no tener dinero. No obstante, él acudía al trabajo porque era amigo de años de su jefe y no quería dejarlo en la estacada.
De vez en cuando discutían los dos, marido y mujer, y solía ceder él, como se puede suponer, dado que ella corría con los gastos, pero por su modo de conducirse se deducía que, pese a ceder, salía ganando. Llevaba años sin verlos, cuando me la encontré a ella por la calle. En la actualidad lleva un año divorciada. Su suegra había muerto y él había heredado una buena cantidad de dinero. No era cierto que él trabajara gratis en la carpintería, cobraba todos los meses. Ella iba a buscar un abogado porque él no le pagaba la pensión alimenticia de su hijo desde hacía meses.
Fuentes generalmente desinformadas dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. No es cierto. El tiempo se limita a pasar. Grandísimos canallas tienen calles dedicadas y golfos irredentos tienen tratamiento de Excelentísimo Señor. ¡Qué complicado puede ser el vivir!

2 comentarios:

  1. Es tan real esta historia,.. Como que yo no he conocido en la vida que esta ponga a los individuos en sitios. Todo lo contrario, los cambia de sitio; y vagos, golfos y maleantes ascienden de status con el tiempo a su favor y en perjuicio de los siempre honestos sufrid@res. Canallas que hacen colocado a tod@s los demás vivir
    Izaskun Fernández Ruiz

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  2. Es una pena que haya personas que entiendan el ejercicio de la libertad como la vía para hacer su santa voluntad, sin tener en cuenta responsabilidades ni el derecho de los demás a vivir con dignidad.
    Un abrazo

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